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Lágrimas socialdemócratas

Autor: Vicent Sales Mateu, Concejal Ayuntamiento de Castellón y diputado provincial

Una de las cosas que la maquinaria propagandística socialista más resaltó después de los atentados del 11-M de 2004, fue el hecho de que al expresidente Aznar no se le escapó una sola lágrima en los momentos posteriores a las bombas de Atocha y que gestionó la conmoción en que quedamos los españoles, como un jefe de negociado de una oficina de recaudación.

Un conocido que ha estado el último año en Nueva York me comentaba el otro día acerca de esto, que en los EEUU nunca votarían a un presidente que se pusiera a llorar, porque sería un signo de debilidad en alguien que debía liderar a toda una sociedad en momentos dificilísimos. Sólo hay que recordar el discurso televisado de Bush a la nación la noche del 11-S de 2001, afirmando que los ataques terroristas podían tambalear las Torres Gemelas,, pero nunca harían tambalear los principios fundacionales de su nación.

Desde la Conferencia Política del PSOE del pasado 30 de septiembre, el tono dramático y sentimental se ha instalado entre las filas socialistas, alcanzando cotas de paroxismo el último fin de semana en el mitin de San Sebastián. Desde que decidió convocar elecciones, Zapatero se pasea por España mostrándonos las llagas de todo lo que ha sufrido por España y por los españoles y pidiendonos como contrapartida a tanto sufrimiento y esfuerzo, que le comprendamos, le apoyemos y le valoremos.

Yo no sé si llorar de emoción por el anuncio de ETA forma parte de una consigna del PSOE. Yo no sé si las lágrimas socialdemócratas, título del magnífico libro del periodista Santi González es, como creen algunos, un gesto que humaniza a Rubalcaba. Lo que sí que sabemos es que cuesta creer en las lágrimas de alguien de difusa condición moral como Rubalcaba.

Después de leer las confesiones del expresidente Felipe González el 7 de diciembre de 2010 en las que explicaba cómo tuvo que decidir en 1990 si asesinaba a la cúpula de ETA -en la que es una confesión implícita de su conocimiento de la guerra sucia de los GAL- nos deberíamos preguntar por los límites morales de aquel gobierno socialista de los 80 y 90 en el que Rubalcaba jugó un papel tan importante en la ocultación de la verdad como portavoz del mismo, negando los hechos por los que fue condenada la cúpula del Ministerio del Interior y del Cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo.

Sabemos por tanto que estamos ante un gato viejo de la política, un superiviviente nato que igual sirve como portavoz del gobierno socialista que practicaba el terrorismo de estado con los GAL, que como ministro del Interior para prevenir a los terroristas del Bar Faisán de que van a ser detenidos en un contexto de negociación con la banda terrorista ETA, que como firme perseguidor de comandos etarras en un nuevo contexto de unidad en la lucha antiterrorista.

Y sinceramente, cuesta creer en las lágrimas de alguien con un cinismo infinito, de alguien con una verdad cambiante -aunque incontestable-, de alguien que sería capaz de llorar sin tener ganas porque ha hecho de sus contradicciones, de sus mudanzas políticas y de sus mentiras, un modus operandi que nos llena de estupor.

Pero al fin y al cabo, después de tanto tiempo dand lástima ¿a quíen le sorprende que ahora los socialistas quieran dar pena?

 

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