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En busca del pueblo europeo

Autor: Manuel Altava Lavall, Portavoz de Justicia del PP en el Senado

Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, tanto en España como en el conjunto de la Unión Europea, reflejan el panorama que venían anticipando desde hace meses las encuestas pre-electorales y que conducen a una primera conclusión: la campaña electoral no ha servido prácticamente para nada. El Partido Popular gobernante ha sufrido el castigo previsto consecuencia de las duras medidas, tan impopulares como necesarias, que ha aplicado para salir de la crisis e iniciar la recuperación. En España ha ganado el PP, pero con una fuerte pérdida de votos y escaños que, aunque impide cualquier atisbo de euforia, permite al Gobierno de Rajoy mantener el rumbo y proseguir la tarea de poner a este país en condiciones de recuperar el dinamismo y la confianza, indispensables para devolver a los españoles la prosperidad, en forma de puestos de trabajo, crecimiento y mayor cohesión política y social.

Más complicado es el panorama que presenta la izquierda que queda muy dividida y en la que aparece una de las pocas auténticas sorpresas de los resultados. Nos referimos al millón largo de votos que ha obtenido la nueva formación Podemos, que toma nombre del Yes, we can de Obama e inspiración política del chavismo venezolano con tintes de inocultable simpatía por el castrismo cubano, que le han dado cinco eurodiputados. Solo uno menos de los que ha conseguido Izquierda Unida, que solo la adelanta en unos 300.000 votos. Se puede considerar toda una hazaña electoral pero, sinceramente, de escasa relevancia política. Ese tipo de actitudes, basadas en rancias ideologías que han fracasado ya en todas partes, no parecen tener mucho futuro en esta Europa, baqueteada y hasta deprimida, pero suficientemente vacunada contra experimentos bolivarianos o similares. La fragmentación del voto de izquierda procede claramente de la torpeza estratégica del PSOE que ha abandonado el centro-izquierda quedándose atrapado en el radicalismo zapateril, lo que ha llevado inevitablemente a ser desbordado por esas pequeñas formaciones que manejan el radicalismo con mucha más soltura.

Lo que estas elecciones han demostrado es que todavía no existe el <>, aunque esté fuera de toda duda que todos los que habitamos este continente, desde el Báltico y el mar Negro hasta el Atlántico y el Mediterráneo, compartimos en lo esencial intereses y valores, aunque podamos votar a partidos muy distintos: partidos moderados en muchos países y también de extrema derecha como es el caso del Frente Nacional en Francia, la extrema izquierda del Syriza en Grecia o del euroescéptico UKIP en el Reino Unido. Y como no hay pueblo europeo, sino Estados que pactan entre sí, no tiene todavía sentido plantearse una Constitución europea y nos seguimos gobernando por tratados.

Y en España, tampoco es novedad que en Cataluña –donde la participación ha sido superior a la media nacional- los independentistas de ERC hayan superado a CiU. Estaba anunciado reiteradamente por todas las encuestas y es la consecuencia inevitable de las irresponsabilidades de ese aprendiz de brujo que es el señor Mas. Cuando se hacen las cosas mal -y CiU lo viene haciendo mal desde hace muchos años encaramándose en sus ensoñaciones secesionistas- es inevitable que se termine mal. Eso es lo que tienen que agradecer a Mas y su cuates Cataluña, España y Europa.

Nos queda mucho por hacer, pero nuestro destino es una Europa más unida y más conectada con sus ciudadanos. La alternativa es la insignificancia en este mundo globalizado y también el aislamiento y la pobreza.

 

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