El nuevo PSOE de Rubalcaba

Autor: Julio Tena, Vicesecretario de Comunicación y NNTT del PP Castellón

Pues ya tenemos nuevo secretario general del PSOE: Alfredo Pérez Rubalcaba, el que iba para velocista y ha resultado corredor de fondo; el que dijo aquello de “los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta”, y cuando fue ministro mintió a dos carrillos como si se comiera un faisán; el que condecoró a jueces y fiscales que tenían o pudieran tener en sus manos acciones judiciales contra policías; todo un profesional de la simulación.

Pero a los efectos de la elección interna del sábado, es sobre todo el que condujo al partido socialista a su más resonante derrota electoral desde 1977: menos votos, menos porcentaje y menos escaños que nunca. Ha ganado a su competidora, y como por sus méritos no habrá sido, según parece deducirse con facilidad con echar sólo un somero vistazo a su currículo, lo más probable es que los delegados hayan pensado que elegir a Chacón habría sido aún peor, y que acaso habría sido en realidad elegir a su marido, el ambicioso vendedor de humo. He aquí otro de los resultados del paso devastador de Rodríguez Zapatero por la política: ha sembrado de sal el país, y ni su propio partido ha podido escapar a esta desertización.

El nuevo líder del PSOE dijo que no se presentaría como candidato a la Presidencia del Gobierno si fuese elegido secretario general. ¿Hay que creerle? Obviamente, no: su palabra vale cero a estas alturas. No digo que mienta siempre; a veces puede decir la verdad. Lo que digo es que hará lo que le convenga cuando llegue el momento. Con él no vale aquello de que el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. El que se inventó el aforismo no conocía a Rubalcaba.

Pero ese aparente compromiso de que el secretario general renuncie de antemano a su aspiración a La Moncloa ha cerrado el congreso socialista en falso, como no podía ser de otro modo en un proceso surrealista en el que, tras aclamar el “informe de gestión” de la más dramática pérdida de poder en todos los niveles, dos estrechos colaboradores del gran responsable compiten para sustituirlo y prometen que no será lo mismo.

El poder sigue en el aire, las ambiciones siguen vivas, el vendedor de humo va a continuar con sus intrigas; y como su mujer no tiene otro horizonte ante su vista, el único resultado es que el congreso podrá servir para cualquier cosa menos para pacificar el partido, que debería haberse disuelto para dar paso a otra izquierda, al menos, presentable.

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