¿Libertad de cátedra o adoctrinamiento?

Autor: Gonzalo Bautista Tuixans, presidente provincial NNGG Castellón

“Un docente debe dotar al alumnado de los medios necesarios para aprender, pensar y poder crear así una opinión propia, pero nunca decirnos lo que debemos pensar”, esto me dijo un profesor hace poco y comparto completamente este pensamiento. Debería ser el ideal a seguir.

La gran mayoría de los docentes, en todos los niveles; son, o así lo he percibido yo, profesores ejemplares. Pero unos, en algunos casos, puede que se aprovechen y sobrepasen el derecho a la libertad de cátedra a la hora de dar clase. La superioridad que tiene, y que por supuesto debe tener el profesor frente a los alumnos no debe servir nunca para adoctrinar.

He escuchado quejas: supuestos profesores que “opinan” durante una clase sobre temas que no vienen al cuento posicionándose frente a sus alumnos y tergiversando informaciones.

Supuestos puntos a cambio de asistencias a manifestaciones, suspensos por debatir al profesor sus argumentos, comentarios de texto politizados y muchos más…

La verdad es que he tenido unos profesores ejemplares en mi paso por la ESO y Bachiller. Pero hay algunos casos en los que los profesores sobrepasan los límites y que pierden toda objetividad y respeto. Esto es algo que he vivido en dos ocasiones en la universidad, y que compañeros de universidad y jóvenes que están en los institutos me comentan. Manipular, desinformar y dar malos ejemplos no es enseñar y lamentablemente pasa en algunas clases.

De esta manera no se está dotando al alumno de los medios para que cree libremente una opinión propia, se está imponiendo un pensamiento. Un profesor debe mostrar los valores éticos principales de nuestra sociedad, el respeto, la solidaridad, la dignidad, la cultura de esfuerzo… pero en lo político ser lo más neutral posible.

Los límites de la libertad de cátedra varían, concibiendo razonablemente la universidad como máximo exponente de esta libertad. Hoy en día la libertad de cátedra está sujeta a unos límites muchas veces difusos, quizás necesitados de revisión y sobre todo de control. Se trata de establecer un equilibrio entre la libertad de cátedra y la ética, por el bien del estudiante y de la educación en general.

Me gustaría concluir este artículo agradeciendo a esa mayoría de profesores ejemplares que, con gran generosidad, da a los jóvenes el mayor conocimiento posible para impulsar una sociedad cada vez más libre. Gracias.

Hay que compaginar dos derechos, el de enseñar y el de aprender.

 

 

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