Jugar con las cosas de comer

Autor: Vicent Sales Mateu, Vicepresidente de la Diputación de Castellón

El pasado sábado se cumplió un año de la declaración unilateral de independencia de Puigdemont. Aquel ridículo tremendo en el que el presidente autonómico catalán proclamó la república independiente y de inmediato la suspendió para comenzar un diálogo que le permitiera llegar a un acuerdo, sin el cual era imposible esa república.

No se si forma parte de ese diálogo, pero el pasado viernes el Ayuntamiento de Barcelona reprobó al rey Felipe VI y pidió la abolición de la monarquía, por considerarla una institución caduca y antidemocrática, rechazando además la intervención de Felipe VI ante los sucesos de hace un año, en defensa de la Constitución y la ley.

El mismo día el Ayuntamiento de Sevilla aprobaba defender los símbolos nacionales y al Rey y aplicar el artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Para un viajero desconocedor de la realidad española, la apariencia sería la del caos; la de los tiempos decimonónicos en que Cartagena o Murcia proclamaban ser cantones independientes y se declaraban mutuamente la guerra.

Pero no nos equivoquemos, todo esto no es una anécdota. Tiene calado y es mucho más grave de lo que parece. Ya tiene el bolivariano Pablo Iglesias lo que quería: cuestionar la forma de Estado. Primero despenalizamos las injurias a la Corona y a España, hasta que la opinión pública se vaya impregnando de esta banalización y menosprecio y la gente, tras muchos rojos vivos, objetivos pastoreo, salvados y sálvames de luxe, acabe opinando junto al masterchef del CIS de Tezanos, que esto de la Monarquía, hay que votarlo, como si no se hubiese aprobado, vía referéndum nacional, el 6 de diciembre de 1978.

¿Pero cómo es posible que el PSOE apruebe despenalizar las injurias a la Corona si acaba de anunciar que va a recurrir ante el TC la reprobación del Rey, que también tuvo lugar en el Parlamento autonómico de Cataluña?

Ya sabemos que cualquier aprobación de estas características no deja de ser un brindis al sol, pura extravagancia política sin ninguna consecuencia jurídica. Ni las autonomías ni los ayuntamientos pueden ocuparse de asuntos que no les competen.

Pero el doctor Sánchez, supongo --que diría Henry Stanley al encontrar a Livingston-- acude al TC para lavarse las manos como Pilatos. El que gobierna con los bolivarianos y envía a Iglesias a reunirse con Junqueras para hablar de repúblicas federales se blanquea así la imagen: gobierno con los antimonárquicos, les autorizo a insultar al monarca, pero hago la pelota al Rey.

El irresponsable presidente del Gobierno que nos ha tocado en suertes en la tómbola de una moción de censura --porque no lo hemos elegido los españoles--, por lo visto no sabe que con las cosas de comer, con las que funcionan y dan estabilidad y consagran una gran imagen de España, no se debe jugar. Y mucho menos en tiempos de gran incertidumbre económica, política y social.

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